El argumento podría dividirse en tres partes. La primera nos presenta a una sociedad alienígena, los nemets, sobre todo su estructura social y su religión. Encontramos dos clases claramente diferenciadas, los sufakis, indígenas del poblado Nephane, en el que transcurre la acción, y los indras, originarios de la ciudad vecina de Indrasul, pero totalmente arraigados a la colonia. Éstos últimos constituyen, a través de sus casas, el núcleo influyente de la vida política, son una clase privilegiada que ostenta el poder dimanante de su asamblea, y acaparan el comercio, principal fuente de riqueza. No ejercen el poder de forma totalitaria ni excluyen de su vida a los sufakis, estos, convenientemente educados en las costumbres y educación de los indras pueden acceder a las familias más influyentes mediante la adopción o el casamiento. Cabe destacar que la figura jerarca de la Methi, con amplios, casi ilimitados, poderes, si bien su política está sujeta a la provisión de paz y prosperidad, además de una profunda lealtad al poblado. En el caso de Nephane, la Methi es una humana, de los Hanan, rival de los terráqueos en una guerra interminable, pero que congenia rápidamente con el protagonista, Kurt Morgan, con quien tiene empatía al ser el único miembro de su misma especie con el que puede interrelacionar (hay otros humanos, descendientes de una expedición hanan, que se encuentran en un estado de barbarie, y que aparecerán en la segunda parte del libro)
A semejanza con la saga de Chanur, la autora vuelve a presentarnos a un humano inmerso en un conflicto entre especies, basculando un complejo balance de poder que le sobrepasa ampliamente, si bien aquí es el protagonista, a diferencia de la posterior saga, en la que el humano deja de ser actor y figura casi como una mera posesión, objeto de deseo, necesitado de protección.
El humano Kurt, sin esperanza alguna de rescate, tratará de adaptarse incorporando en sus modales las protocolarias formas de comunicación nemet, así como el respeto por su marcada religiosidad, que la autora nos explica con detalle. Deberá llegar a un entendimiento con la Methi que, a fin de cuentas, es la que tolera su presencia. Pero entre los sufaki se está popularizando un movimiento de carácter nacionalista, reivindicando antiguos credos y costumbres abandonados por la influencia indra, que lidera el amante de la propia Methi.
Si esta parte es claramente deudora de Jack Vance, la que podríamos considerar segunda parte del libro lo es aún más, pues encontramos el arquetípico viaje de aventuras, esta vez, entre humanos que han involucionado, pero no por ello carentes de inteligencia. Son mostrados con toda su peligrosidad.
Es en la tercera parte donde estalla el conflicto, y la autora realiza un nuevo cambio de escenario, llevándonos a Indrasul, la ciudad originaria de los indras, enemigos de los de Nephane, a pesar de tener una estructura muy similar, pero más purista, carente del mestizaje con los, para ellos despreciables, sufaki. Indrasul es una potencia económica y militar, muy preocupada por lo que ocurre en la vecina Nephane, y que no está dispuesta a perder su influencia, hasta entonces ejercida de forma sutil, sirviéndose del espionaje. También está gobernada por una Methi, que ejerce con la misma dedicación y compromiso, con ecuanimidad y sentido de la justicia. Es implacable, pero no busca la gloria de los aventureros, es partidaria del diálogo y no carece de cierta bondad, mostrándose sensible por la valía de la vida.
Hermanos de tierra es una novela con más virtudes que defectos, entre estos últimos, citar la resolución un tanto atropellada de la trama, quizá producto de la inexperiencia de entonces de la autora.